Imago / Εικόνες
La Imago (imagen fotográfica) tiene un inmenso poder: el poder de la Verdad. Pueden los líderes políticos —pertenezcan a la banda que pertenezcan— decirnos cosas, pero las fotografías siempre nos dirán otras (casi siempre las contrarias). Alimenta la resistencia al neoliberalismo, a la guerra, al racismo, a la aporofobia; registra la Historia y la historia; y además contribuye a cambiar su curso. Construye una memoria colectiva; testimonia e ilumina los costes —inmensos— y los beneficios —espúrios casi siempre— que las políticas que se aplican tienen sobre el común. Frente a la bastardía o pasividad de los criterios políticos, interviene y da cuenta del daño, pidiendo a la recepción que re-evalúe su estar-ahí. Por ello, la Imago es amenaza, porque todo uso de la cámara implica una agresión. Y agredir al poder tiene sus consecuencias.
La Imago da rostro al sufrimiento que, desde la comodidad de nuestros hogares, siempre lejos del conflicto, puede parecernos abstracto o ideológico en su impacto global. Pero lo que sucede en el terreno, en la calle, en el mar, lejos de los pasillos del poder, le está sucediendo al común. A los ciudadanos. Por ello, interpreta eventos desde el punto de vista del otro, desfavorecido, oprimido, afectado, dando voz a aquellos que, de otro modo, no la tendrían. Quiere estimular a la recepción que opina, quiere impulsar debates con el poder y evitar que éste controle totalmente la agenda. Homo hominis lupus. Es vital el flujo libre de información para que una sociedad libre y dinámica funcione adecuadamente. Nachtwey o McCullin son mis referentes. Estas imágenes, libres de la tiranía del marketing de los mass media, quieren contribuir a identificar los problemas de la sociedad para facilitar su solución. Pero la Imago no es nada sin lo narrativo. Solamente lo narrativo puede permitirnos comprender.
Dice Sontag (On Photography, 1977) que las fotografías suministran evidencia. Algo que conocemos de oídas pero de lo cual dudamos parece irrefutable cuando nos lo muestran en una fotografía. Sean cuales fueren las limitaciones o pretensiones del fotógrafo individual, una fotografía —cualquier fotografía— parece entablar una relación más ingenua, y por lo tanto más precisa, con la realidad visible que otros objetos miméticos. Fotografiar es esencialmente un acto de no intervención. El contenido ético de las fotografías es frágil, y se desvanece con el tiempo, ganando otro tipo de prestigio por el pathos de la añoranza: el tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, aún las más torpes, al nivel del arte. Yo pretendo adelantarme al pathos de la añoranza y hacer arte, ahora.